Átomos para la soberanía


Mientras la tendencia de los países dependientes o de economías aún en desarrollo industrial y social, incorporan proyectos de desarrollo atómico y de centrales nucleoeléctricas, el gobierno “libertario” coherentemente con su ideología y alineamiento internacional paraliza la actividad nuclear en nuestro país.


Esto a pesar de que, el 20 de diciembre de 2024 el presidente Javier Milei anunció por su cadena nacional un supuesto plan nuclear, que según las palabras de su jefe de asesores Demian Reidel traería “el renacer de la energía nuclear como piedra angular del futuro energético argentino y mundial”. Argumentan que la energía atómica sería imprescindible para satisfacer una voracidad energética que tendrían las empresas comercializadoras de la “inteligencia artificial”. 


El “consejo nuclear argentino” que Reidel preside para avanzar en ese sentido, paralizó las actividades de CNEA para el reactor modular e integrado prototipo CAREM argumentando fallas en su diseño y en lugar de proponerse corregir esas argumentadas fallas decidió cancelarlo. Es decir, liquidar totalmente el trabajo de más de 40 años y por el que pasaron dos generaciones de especialistas en un proyecto de reactor nacido a partir del criminal ataque inglés a nuestro Crucero General Belgrano durante la Guerra de nuestras Islas Malvinas. Reactor que pudo haber contribuido a la Defensa Nacional y propulsado un submarino o un rompehielos para la custodia de nuestra extensa costa marítima continental y Antártica. Está claro, el plan extranjerizante no es para copiarse o apropiarse de su diseño, sino para intentar coartar una pieza clave en la construcción de capacidades para la Soberanía política nacional.


En su lugar se plantea llevar a la práctica un modelo de reactor patentado por tres especialistas nucleares e Invap, el cual aún no es más que un puñado de papeles y de declaraciones ampulosas sobre su potencial


La energía atómica no puede ser un fin en sí mismo y no lo es. En ese sentido, como toda fuente de energía debe ser un elemento clave para alimentar de este insumo a las necesidades del desarrollo social y soberano de un Estado. Desarrollo social para el que son imprescindibles como condición previa: la democracia, la justicia social y la soberanía nacional popular tanto económica como política. Y, para esa soberanía es imprescindible en primer término la satisfacción de los derechos y el bienestar del pueblo, especialmente en cuanto a la vivienda, la salud, la educación, el trabajo y las libertades democráticas. 


No se puede ser un país soberano y desarrollado tecnológicamente con un pueblo sumido en la pobreza y desesperanza.


Una personalidad trascendente en la historia nuclear y tecnológica argentina y sudamericana, Jorge Sábato, en 1968, hace ya más de medio siglo, había propuesto un sentido concreto del uso de la energía atómica. Esquemáticamente en forma de un triángulo expuso las interacciones implícitas en la vocación de una superación del subdesarrollo sudamericano. En cada uno de los tres vértices de dicho triángulo se encuentran respectivamente el “gobierno, la estructura productiva y la infraestructura científico-tecnológica” de un Estado. Es decir, el sentido de cada uno de esos componentes es satisfacer las necesidades de cada uno de los otros dos. 


En aquel acto, el presidente Milei habló de las revoluciones tecnológicas, del fuego, la rueda, el telar, la máquina de vapor, etc., pero al mismo tiempo se desmantela el sistema nacional de ciencia, tecnología y universidades. Habla del capital humano pero los salarios de los trabajadores del área nuclear son miserables. Después de haber saboteado el acuerdo nuclear con China por las represas patagónicas y la central nuclear Hualong, de procurar privatizar Nucleoeléctrica Argentina y de congelar la actividad nuclear, es clara la mentira de ese plan anunciado. 


Para un plan nuclear en serio, hoy se requieren acuerdos tecnológicos estratégicos con estructuras nucleares fuertes, personal capacitado, bien remunerado, con una industria adecuada y un Estado que apoye de verdad. No hay revolución tecnológica sin presencia del Estado, sin infraestructura científico-tecnológica y sin estructura productiva. Precisamente las cosas que este gobierno afirma sin pudor y con orgullo que son las que ha venido a destruir desde adentro el Estado. Tampoco es posible este tipo de transformación sin democracia y con un pueblo sumido en la pobreza, la desesperanza y la represión.


Sin democracia institucional es fascismo todo gobierno, sin verdadera libertad para comer y vivir dignamente todo es engaño. Para sacar a nuestra Argentina de la miseria y pobreza desesperanzante, de nada sirve que un puñado de empresas y empresarios se enriquezcan aún más apropiándose de los recursos energéticos argentinos.


Para nosotros, deben ser respetados los Institutos de la democracia, el sustento alimenticio, sanitario y educativo de nuestro pueblo y desde allí construir una potente y básica capacidad industrial y productiva abandonando la primarización de la economía y la especulación financiera, promoviendo fuertemente las actividades científicas y tecnológicas desde las instituciones estatales y satisfaciendo las necesidades energéticas que estos emprendimientos requieren.


Para salir de la situación actual en el campo nuclear, además  se debe  declarar al uranio como mineral estratégico y  revertir su explotación intensiva por empresas mineras como la Corporación América, que cerró una alianza con Blue Sky Uranium Corp. para explotar el uranio en un corredor de 145 km en la provincia de Río Negro. Sociedades principalmente extranjeras que aprovechan las prospecciones mineras realizadas por el Estado y fueron inexplicablemente apropiadas por ellos. En este sentido no sorprenden las desvergonzadas declaraciones de funcionarios que proponen entregar nuestra Patagonia a las empresas extranjeras dedicadas al procesamiento de datos.

 

Una Argentina con actividad atómica no tiene otra posibilidad real más que cumplir el programa nuclear aprobado por el Congreso Nacional en el año 2009 por la ley N° 26.566 e implementar los acuerdos con la República Popular China por las cuarta y quinta centrales nucleares argentinas, procurando la máxima transferencia de tecnología y conocimiento, en particular en aquello referente al uranio enriquecido.


Hoy el mundo no es el de la década del 90 del siglo pasado y menos aún el que emergió en 1945 luego del fin de la segunda guerra mundial. Cambió y ofrece una histórica oportunidad para ser soberanos y avanzar en un camino para la eliminación de la pobreza, para tener una población sana y bien alimentada, con fácil acceso a la vivienda y la educación, con una vida digna de ser vivida, para la eliminación de las desigualdades regionales y sociales, para desarrollar y potenciar capacidades industriales y tecnológicas. 


Esa oportunidad es la existencia y poderío estratégico de todo tipo que es el BRICS.  El sumarse  a esta plataforma internacional, además de poder darnos sustentabilidad, tecnología de la más alta calidad y el financiamiento adecuado a nuestras capacidades para un plan nuclear exitoso en el mediano y largo plazo sería esencial para un programa de soberanía no solo en el terreno de lo nuclear, sino Nacional.


El surgimiento del BRICS es expresión clara de los cambios en la geografía política internacional, y permite que el primer cuarto del siglo XXI conduzca a pensar en un mundo apolar en cuanto a poderío militar, económico, tecnológico y de bienestar social. Situación que junto a las críticas que está recibiendo en las últimas dos décadas el funcionamiento y la efectividad de la Organización de las Naciones Unidas, su Consejo de Seguridad y el “derecho a veto” de cinco países poseedores de armas nucleares permiten imaginar posible un cambio histórico trascendente en el más importante Organismo mundial.

  

Para expresar ese poderío del BRICS destacamos el actual panorama en cuanto a la construcción de nuevas centrales nucleares a finales del año 2023 según un gráfico tomado de la página web del Organismo Internacional de Energía Atómica:

Gráfico

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Es decir, sobre 59 nuevos reactores nucleares en construcción en 17 países, 35 de ellos están en China, India y en Rusia, y de los restantes 24 reactores, los de Bangladesh, de Egipto, de Turquía, el de Irán y cuatro de la India son construidos por empresas de Rusia. En tanto, en los países colonialistas e imperiales hay sólo 6 reactores nucleares en construcción.


Con esto, el escenario transitorio (porque nuevos reactores, se planean permanentemente con la misma tendencia) de centrales nucleares en el mundo es como se ve en el siguiente gráfico construido con datos extraídos también del Organismo Internacional de Energía Atómica.




Reflexionando sobre lo que se aprecia en estos cuadros podríamos concluir que se están sumando nuevos actores a la utilización de la energía atómica para producir electricidad y que los países miembros del G7 declinan su hegemonía previa en esta temática. Si bien las causas son múltiples, no es erróneo destacar entre ellas que los objetivos principales de su aspiración como países nucleares se han satisfecho. Estos eran, la explotación comercial de esta tecnología y el disponer de una justificación pacífica que compense el altísimo costo de su utilización militar.   


Y, esta última cuestión de la utilización militar sigue estando presente, e imposible de excluir como aspiración, en todo país que sienta amenazada su soberanía por alguna de las potencias poseedoras de armas nucleares. Ya sea en su expresión ofensiva como explosivo o defensiva en la propulsión marina. 


La energía atómica no es solamente tecnología sensible y compleja, ni solamente otra forma más de la energía o una cuestión de fortaleza económica, es principalmente una herramienta útil para construir Soberanía Nacional tal como la historia lo demuestra continuamente. 



Sergio Gabriel Solmesky

Especialista en Seguridad de Centrales Nucleoeléctricas, en Tecnología y Política Nuclear Internacional.

Ex  Secretario de la  Agencia Binacional Argentino Brasileña de Contabilidad y Control del Material Nuclear. 

Ex Director de la Autoridad Regulatoria Nuclear.

Ex Asesor en la Cámara de Diputados y partícipe en la discusión y elaboración de la Ley Nuclear y la de Residuos Radiactivos.

Ex coordinador de la Rama de Energía Atómica de la Asociación de Trabajadores del Estado.

Ingeniero Químico de la Universidad Tecnológica Nacional

Trabaja desde 1981 en el sector nuclear argentino.


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